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martes, 24 de septiembre de 2013

PERRO RABIOSO.

A veces como perro rabioso
ahogándome en alcohol
ahogándole una sonrisa al metanol.


COMO UN PUTO PERRO
atormentado como Maiakovsky,
reventado como un perro pulgoso
explosionando como un cabrón.

En la habitación de al lado,
los pelos como escarpias,
tan solo de oír el glu-glú de una botella
y mis llantos de niña de 13 años
recién violada.

Soy un perro
por una llamada
UNA MALDITA LLAMADA
que no retumba en ningún sitio.

Sufriendo en mi gulag particular
como Solzhenitsyn...

Soy un puto perro
una mierda que llora
por una llamada de mierda.

viernes, 20 de septiembre de 2013

RASTROS DEL PASADO:LA COLUMNA DE HIERRO.

 Todavía recuerdo a aquel viejo que andaba por las calles de mi barrio, se sentaba a veces con nosotros y nosotras en la plaza Olof Palme, y nos contaba que había luchado en la heròica columna de hierro con una sonrisa surcada de arrugas. Para nosotros, postmodernos hasta la saciedad, adolescentes irreverentes, orgullosos y soberbios , solo era otro anciano más que pasaba por allí a cotillear que hacíamos.

La verdad es que a mi me llamó la atención aquello pues ya sabía de las andanzas de los milicianos y demás historia oculta gracias a mi curiosidad por el tema...y es que a pesar de ser unos críos tampoco eramos tan tontos y el que más y la que menos sentía ideas y espíritu tal y como describe la visceralidad propia de esa edad que es capaz de cambiar vidas y rumbos.

Pero lo que he ido descubriendo con los años no ha hecho màs que acercarme a su historia, plagada de ideales y traición. Es casi como si su rastro hubiera dejado huella en el cemento, en las aceras y soportales y hubiéramos sentido su aliento y sudor en el curso de muchas de nuestras vidas. Como si los ladrillos retuvieran esa especie de conciencia colectiva contagiosa que pugna por salir.

Años más tarde , muchos de los que bebíamos cerveza en aquellos bancos de hierro oxidado participamos en uno de esos hechos aislados convulsos que suceden en aquellas ciudades que luchan por salir de su provincianismo inherente. Estoy hablando de la okupación y desalojo del Teatro Princesa de Valencia. Precisamente el otro dia me enteré de que la Columna de hierro celebraba sus asambleas durante la guerra en el mismo sitio. ¿Fueron sus espíritus todavía en pie de guerra los que nos aleccionaban a resistir ante el embate represor? a veces uno no puede creer en casualidades.

Y así su historia ha ido entrelazándose con la mia durante años hasta que no he tenido más remedio que ir leyendo los pocos libros  que sobre ello empiezan a emerger en las faldas de lo hasta ahora desconocido.

¿Cuantas veces me ha embargado un extraño sentimiento al pasar por las torres de Quart sin saber que en su interior muchos de ellos fueron encarcelados por las siniestras sombras estalinistas?

¿Cuantas veces he sentido el viento extraño al cruzar la plaza de Tetúan sin conocer la traición allí acontecida contra estos hombres y mujeres henchidos de orgullo fraternal?

Años más tarde, por poner otro ejemplo, fundamos un Ateneo en Barcelona desconociendo por completo que en el edificio de atrás había habido una "Cheka" estalinista donde pasó penalidades su Comandante, el íntegro libertario José Pellicer al que todavía, en mi opinión, no se le ha hecho la justicia que merece.

Más todavía, empapándome de libros de historia húngara en Budapest, quedé fascinado por su historia tan tortuosa. De la revuelta de Bela khun al ascenso fascista y la dictadura pro-soviética de Rakòsi. ¿Adivináis cuales fueron los brigadistas internacionales húngaros que fueron a parar a la columna de hierro? Su nombre era centuria Rakòsi. Paradojas de la historia y de la humanidad.

Cuànto dolor envuelto en pañuelos de olvido sobre esta columna. Cuànto silencio y cuántas calumnias vertidas sobre esta gente. Y cuánta miseria dá la guerra y la dictadura ,que ha hecho del viento de la amnesia su única música.

Muchos de ellos murieron fusilados en Paterna, población donde tomé conciencia del ser, aunque no de manera completa, pues esto requiere tiempo y fundamento que esta sociedad se ha empeñado en empañar.

Cuando vuelvo a la ciudad, todavía paso por la plaza Olof Palme (en contínua caída de hojas marchitas) esperando, ingenuamente, volverme a encontrar a aquel viejo al que me gustaría hacerle mil y una preguntas. Sobretodo aquella que trata sobre el Continuum histórico y las influencias no-natas de la raza humana.