A orillas del Spree, haciendo tiempo antes de que ella vuelva del trabajo.
Mirando los cisnes que nadie matará, oyendo los pájaros gritar y a los niños piar.
Mirando las calmas aguas de la convulsa historia berlinesa.
¿Cuántos, como yo habrán hecho el vuelo, pensando en castellano, en euskera, en catalán...?
...Y aquellos que ahora cantan en alemán bajo el sol de Centroeuropa.....
Sí, es cielo también. Y llegué a Bilbao a deslumbrarme con las luces de las txoznas...
los niños vuelven a reír y los pájaros no se estresan.
Desencajo en la postal de las bicicletas , los perros, los barcos cargados de turistas.
Aparco las preocupaciones, la gente se para al lado para mirar la orilla, tan solo para mirarla...y se toma su tiempo, su cerveza y sus pensamientos.
¿Dónde está ahora el río de Valencia...el parque de la Ciudadela de Barcelona...el Parque húmedo alado de Etxeberria?
Seguramente lo imagino pero no soy capaz de vislumbrarlo.
Nunca se me dieron bien los alumbramientos.
El análisis como siempre, es mejor desde fuera hacia adentro como cuando penetras a otra persona y sientes el espíritu fulgurar en cada embestida, en cada roce, en cada beso.
La berliner se me ha acabado y entonces obsevo el abismo ahí abajo.
Entonces veo la tierra removida y debajo de mis botas , una fosa que no había visto.
El miedo se apodera de mí, y el niño del parche ya no podrá tranquilizarme nunca jamás.
Ahí está.
Preparada. Recién cavada. Acechante.
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