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"El naufragio" de Turner (1805) |
El movimiento romanticista estuvo integrado por una serie de individualidades heterogéneas. Denunciaban la incipiente sociedad industrial desde una perspectiva intima, es la estética del derrumbe burgués.[1]
Son los precursores de todo lo que vendría después.
Fueron promiscuos, suicidas, ludópatas, alcohólicos…estaban
del lado trágico de la vida.
Lo de los/as románticos/as es una exclusión
voluntaria, ya que su procedencia social fue en su mayoría burguesa. Esto siempre
se les ha reprochado desde la izquierda, haciéndonos creer que eran personajes
pusilánimes, tristes y aburridos. Es lo mismo que se pensaría mucho más tarde
de gente como Ian Curtis de Joy Division, de los siniestros y after-punks y
luego, de los góticos.
En su tiempo fueron clasificados de degenerados, de
decadentes, de locos o de atormentados…y sin embargo fue un potente movimiento
juvenil que no dudaba en utilizar la violencia , en conspirar o en provocar a
una conservadora sociedad, pero…
¿Quiénes eran los y las romanticistas y que
querían?¿Qué es lo que preconizaban?¿Por qué sus actitudes se vieron replicadas
hasta nuestros días?
Estas cuestiones y otras son las que abordaremos en el
presente artículo.
Antecedentes:
bajando entre la niebla
La revolución francesa es un fantasma que recorrerá
las venas de los románticos.
Hubo antecedentes, por supuesto, antes de que eclosionara el movimiento.
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Más Turner |
En 1784 se estrena en Francia “Las bodas de Figaro” de
Beaumarchais. La trama denuncia los privilegios de la nobleza, y en la obra los
sirvientes se rebelan contra sus amos. Fue un verdadero escándalo y un signo
primigenio inequívoco de la revolución francesa. Su autor, Beaumarchais, será
encarcelado por ello.
En Viena, Mozart, provocador artista pre-romantico,
compone en secreto una nueva versión que
aunque con menos contenido social, fue un gran éxito.
Y es que hubo espíritus adelantados al romanticismo,
también hubo violencias y escándalos, revolución francesa aparte. Uno de estos
espíritus fue William Blake (1757-1827), fue un verdadero pre-romántico .
Rechazaba toda forma de autoridad impuesta, para Blake, el cambio humano debía
venir de la abolición de los sistemas opresivos: Iglesia, Estado oligárquico e
Imperialismo.
En 1793, en plena época guillotinesca la obra “L‘ami des lois” es prohibida a cañonazos o en 1809, donde
durante el estreno de “Cristobal Colón” los granaderos franceses tuvieron que
cargar en la sala y llevarse a 300 detenidos.
Pero si hablamos de antecedentes tendríamos que hablar
de los alemanes de “Sturm und Drang” (Tempestad y empuje).
A fines del s. XVIII con Goethe, Bach o el mismo
Mozart, ya se preconiza la subjetividad individual y se aboga por la libertad
de expresión.
A principios del S. XIX ya hay personajes que vienen
de la etapa anterior pero que tienen impregnado el perfume romanticista: estoy
hablando de Beethoven, Goya o Goethe.
Quisiera aclarar que en el presente texto, y a modo de
inciso, voy a centrarme en los romanticismos europeos centrales occidentales;
es cierto que se dieron en el sur de Europa, o en el este con la explosión rusa[2], incluso en EEUU podemos
encontrar su rastro en los trascendentalistas de Thoreau. Pero me llama la
atención sobretodo el francés, por el hecho de que en ese momento, París, es el
epicentro de las revoluciones.
El caso británico es paradigmático, pues es más
estético: su imagen para mi, es definitoria, me sublima.
En la cuestión alemana aunque hubo romanticismo
revolucionarios pronto abogará por el nacionalismo y el conservadurismo como
reacción a la revolución jacobina. Sin embargo, hacia la mitad de la década
(1840-1850), habrá un grupo de poetas románticos alemanes como Herwegh, Weerth,
Freiligrath y en especial Heine, íntimo de Marx.
Recordemos que Alemania se forma como nación en 1871
con Bismarck, mientras que Francia o Inglaterra hace tiempo que eran naciones
unificadas. Para 1824 suena rabiosamente la 9ª sinfonía de Beethoven
instaurando la pasión romanticista por toda Europa.
La
noche de los monstruos
William Godwin (1756-1836) fue un escritor británico
de la ilustración, precursor del anarquismo, que estuvo casado con la escritora
y filosofa feminista Mary Wollstonecraft (1759-1797), la cual haría una
vindicación de los derechos de la mujer ya en 1792. Este matrimonio tuvo una
hija que no es otra que Mary Shelley, la escritora romanticista.
En el verano de 1816 se juntan en la Villa Diodati (Ginebra), exponentes emergentes del romanticismo inglés como Lord Byron, Polidori, Percy Shelley, Mary Shelley y Clara Clairmont, todos muy muy jóvenes.
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"Cementerio" de Friedrich (1834) |
Una noche deciden conjugar el éter, el opio y el vino
mientras se desarrollan lecturas de ficción sobre fantasmas y se recitan versos
de los allí congregados. Y deciden hacer un reto: de cada uno de ellos antes de
que amanezca ha de salir una obra maestra.
Pasará a la historia de la literatura como la noche de
los monstruos, y es que esa noche, por un lado el Dr. Polidori creará “El
vampiro”, muchísimo antes de que Bram Stoker escriba “Drácula”. Por otro lado,
Mary Shelley escribirá la obra culmen, “Frankestein”. Todo en una noche.
Los destinos de todos ellos serán trágicos y no
llegarán a la vejez. Byron morirá peleando por la independencia de Grecia,
Percy Shelley fallecerá en un naufragio como si se tratara de un cuadro de
Turner. Polidori se suicidará, Mary Shelley morirá a los 53 años tras una vida
de desgracias y enfermedades , mientras que Claire será la más longeva del
grupo, pero vivirá mil tragedias personales.
Es como si una maldición se hubiera conjurado esa
noche. Existen un par de películas de
los 80 al respecto, “Gothic” y la española “Remando al viento”. Heinrich
Marschner hizo una ópera romántica en
1828 con el relato de Polidori, “Der vampyr”.
La
batalla de Hernani
En 1830 Víctor Hugo debe estrenar la obra “Hernani” en
medio de la explosión romanticista juvenil en controversia con los viejos
clasicistas. La cuestión es que “Hernani” se iba a representar en el
institucional Teatro francés y no en la sala por excelencia entonces entre los
románticos, el Teatro de la Porte de Saint-Martin.
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La batalla de Hernani |
En el Teatro francés solían representar los neoclásicos ya en decadencia ante cada vez menos público. Lo moderno, el romanticismo, daba más ganancias que lo clásico. Pero las obras románticas se recitaban en verso, ya sabéis, poesía y sentimiento: una herejía para los viejos neoclásicos que venían de la Ilustración.
El estreno prometía ser muy polémico, así que Víctor
Hugo reclutó a un verdadero ejército de romanticistas. Incluso Hugo publicó un
discurso previo donde decía que “La
batalla que se va a entablar con Hernani es la de las ideas, la del progreso.
Vamos a combatir esta vieja literatura almenada. Este asedio es la lucha del
mundo antiguo contra el nuevo mundo: nosotros somos todos del mundo nuevo.”
Los partidarios de Víctor Hugo, todos con los pelos
largos, trajes extravagantes y todos con chaleco rojo, fueron 13 horas antes
del comienzo, ocupando la entrada, siendo increpados por los transeúntes al ver
esa maraña desaliñada. Después entran adentro, aún con la sala a medio oscuras,
metiendo comida y priva en sus largos chaquetones, colapsando los baños.
El estreno fue un éxito y se representó varios días
seguidos, donde los clasicistas y los románticos se daban de ostias cada noche,
pero es que el enfrentamiento duró durante aproximadamente 45 representaciones!
Tened en cuenta que había unas 150 interrupciones por
gritos, alborotos o guantazos cada noche. Hubo incluso un romántico que fue
asesinado por clasicistas por defender el drama, nunca mejor dicho. Aquello se
llamó “La batalla de Hernani” y no, no tiene nada que ver con Euskadi en los
90.
Larra, romántico español, lo definí así: “La gran disputa entre clasicismo y
romanticismo no es otra cosa que el resultado del desasosiego mortal que fatiga
el mundo antiguo”.
Y ojo, porque muchos de esos viejos clasicistas habían
sido los jóvenes que seguían a Danton y a Robespierre y habían sembrado de
sangre París. Además, hemos de tener en cuenta que la gente ante el espectáculo
del teatro o la ópera, lloraba, saltaba de su asiento o se tiraba de los pelos
ante tamaño volumen de sonido. Tal era la pasión de los espectáculos, pues no
había reproductores caseros de sonido ni tampoco existía la radio.
Muchos de estos jóvenes románticos tomarían París poco
después en la insurrección de 1830, fusil en mano, y que inmortalizó Delacroix
en “La libertad guiando al pueblo”.
En esos tiempos, también el compositor Berlioz se las
tuvo que ver con la polémica entre abucheos de unos y de otros, porque en la
música propiamente dicha también hubo guerra.
La revolución de la pasión y el sentimiento
Lo cierto es que el romanticismo fue en muchos casos
un arte comprometido, y sí, el rococó, los palacios y los coleccionistas se
habían marchitado. Se hacía el “arte por el arte”.
Las óperas comenzaron a considerarse manifiestos políticos
y armas revolucionarias, muchas veces usadas por el primitivo nacionalismo.
Los artistas románticos combatían el término medio, y
se encuentran en la extrema izquierda como el poeta Shelley o Víctor Hugo, o
bien en la extrema derecha como Chateaubriand o Novalis, aunque también están
los que van a caballo entre una cosa y otra como Coleridge.
Eso sí, a todos les encantaba la acumulación de
dinero, la aspiración al más. Pero una vez que la burguesía triunfó en la
revolución francesa primero, y luego en la industrial, el romanticismo se
convirtió en su enemigo instintivo.[3]
Ante todo había una reacción juvenil, mucho antes del baby-boom norteamericano de los 50, que
originarían las tribus urbanas juveniles. Los románticos rondaban los 20 años,
había un latente “matar al padre”, una revuelta de jóvenes contra viejos…por lo
que convertirse en viejo para un romanticista debió ser algo incómodo. Por eso
quizás, encumbraron el suicidio, el dejar un bonito cadáver, más de un siglo
antes que Sid Vicious o Jim Morrison. En todo caso, aquí es donde nace la
bohemia, el intelectual incomprendido que se sirve de drogas y alcohol en una
pequeña buhardilla de una gran ciudad. También es el primer periodo en la
historia contemporánea donde algunas mujeres aparecen para ejercer su derecho a
la creación artística. Mujeres como Concepción Arenal, Emily Bronte, Ann
Radcliffe, o Fanny Mandhelson.
George Sand, seudónimoi de Aurore Lucille Dupin fue
una de sus grandes exponentes. Vestía como un hombre, lo que daba lugar a escándalos,
y usaba el permiso francés de travestismo, sí, así tal cual. Éste, se otorgaba
con permiso del marido, y daba el derecho de vestir como un hombre. Sand
entabló amistad con Víctor Hugo o con el socialista utópico de Saint-simón,
embrión del marxismo europeo. Si bien, Sand no se llevó bien con el misógino
Proudhon, si lo hizo con Bakunin.
Precisamente, respecto a los socialistas utópicos, los
jóvenes saint-simonianos o los furieristas podrían considerarse románticos.
Ellos hablan de la alienación humana, término que repescaría Marx.
Byron también defendió a los ludditas ante la cámara de los lords, cuando estos iban a ser condenados. Barbier era directamente un poeta luddita que cantaba contra el maquinismo sobre 1830.
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Delacroix tuneado |
Y por debajo de todo, pero también por encima estaban
las sociedades secretas, como los socialistas de Blanqui o los conspiradores
carbonarios que acogen a romanticistas radicales como Leconte de Lisle.
Todos y todas están preparando el segundo asalto
revolucionario, el definitivo, la llamada Primavera de los pueblos, que
mezclará movimiento obrero con nacionalistas, en las insurrecciones de 1848.
La
primavera de los pueblos
La revolución de 1848 ha pasado a la historia por sus
nacionalismos, y sin embargo, se deja de lado la cuestión internacionalista. Y
es que muchos exiliados por motivos políticos creaban lazos con otros exiliados
en ciudades como París, siendo de distintas nacionalidades. Por supuesto, ya
estaban presentes los socialistas o los proudhonianos. Bakunin tomará parte activa
en la revolución de Dresde de 1849 y en 1848, Marx y Engels publicarán el
Manifiesto Comunista.
En todo caso, el romanticismo se prestaba a una
rebeldía tipo izquierdista, excepto cuando servía simplemente de válvula de
escape de la sociedad burguesa y la clase media… vaya, como el punk o las
raves…para ellos, el pueblo era el tesoro espiritual de la nación, por muy
conservador que fuera, como hoy mismo cuando todas las ideologías evocan al
pueblo. Ese ser inerte, pero espiritual.
Del pueblo nace el folk, el volk, acuñado en 1846. Recopilar canciones populares antiguas, es decir, el folk, era también algo romanticista, pues les acercaba al pasado idílico, cuando no, a los poetas épicos de un endiosado y misterioso mundo medieval.
Espoleados por la moda romanticista aparece el vals,
la mazurca o el schuttiste, basados
en danzas populares. El vals en sus inicios estaba mal visto, pues la sociedad
más reaccionaria lo tildaba de “violación coreografiada”.
La canción popular por su parte, dejará de hablar de arados
y cosechas, pues millones de campesinos emigraban a las ciudades fabriles,
después de 1840. En esos años, en los bares y tabernas de las ciudades se
ofrecerá música en directo, pero saltará a los Music-halls y salas de bailes, precedentes absolutos de discotecas
y clubs.
Y es que esta es la época donde se sustituye en cierta
manera la religión por la cultura: el arte se convierte en un símbolo de
estatus; los teatros y óperas se convierten en catedrales, y los turistas, de
momento solo burgueses, llenan el Louvre y el British Museum.
La guerra de los románticos se denomina a una
controversia de tipo musical entre compositores alemanes. Es la menos guerra de
todas sus controversias.
Para 1850 empieza un debate intenso entre los músicos centroeuropeos.
Por un lado, están los que defienden la estructura
musical y la música programática, son los conservadores con Brahms y Clara
Schubert a la cabeza y con sede en Leipzig, será la llamada entonces música
clásica.
Por otro lado, estarán los progresistas radicales que
abogarán por la música absoluta con Liszt
y sus poemas sinfónicos a la cabeza y con Wagner en la sombra, su sede
estará en Weimar. Será la llamada música moderna y creerá en el añadido de
imágenes y decorados a las representaciones.[4]
Hará correr ríos de tinta pues ambas facciones tendrán
periódicos de uno u otro signo. Habrá gritos y abucheos entre unos y otros,
pero de ahí no pasará, y todo se diluirá a finales de la década.
Será una guerra que nadie recordará, igual que la
Batalla de Hernani o la noche de los monstruos.
Post-romanticismo
El “Arte por el arte” de los románticos se hizo
minoritario y es que, tras el fracaso de la revolución de 1848, los románticos
comenzarán su decadencia, dando paso al realismo.
Pero la historia no es una secuencia, no es una
cuestión rupturista al 100%, no se pasa de una cosa a otra así como así, sino
que es gradual, y contiene ecos.
El realismo post-romantico dio obras sociales como las
de Coubert o novelas como las de Zola, con alto contenido social. De hecho, una
de las obras cumbre del romanticismo social se publicará en 1862, “Los
miserables” de Víctor Hugo.
Pervivirán espíritus románticos como Rimbaud, que
decidirá romper los lazos entre la vida y el arte. Además, llegará la reproducción
técnica, la fotografía, de la que Baudelaire decía que se había confundido la
industria con el arte, tal y como hoy afirmamos que ha muerto el cine con la
invasión de los móviles y las plataformas de TV.
Coubert, republicano y socialista, no consiguió crear
una base para el arte políticamente revolucionario para la mitad del s. XIX.
Lo que sí se darán por primera vez son barrios donde
se confundirán bohemios y outsiders,
como el en el barrio latino de París, hoy epicentro de la turistificación. Estos
barrios se convierten a finales del XIX en los centros de la vanguardia, y
jóvenes provincianos, como Rimbaud, leían revistillas o poesía heterodoxa, los
primeros fanzines.
Surgió así una culturilla que hoy llamaríamos underground o contracultura. Allí había
un mercado artístico de cierta envergadura, pero no dotaba a la vanguardia
post-romanticista de un medio de vida.
Unos 150 años después, esto sigue pasando.
En esos barrios, se juntaban también los comunistas de
Marx con los bakuninistas. Éstos últimos identificaban mucho esta contracultura
con la revolución y sin embargo, la bohemia no tenía ninguna política
específica. Exactamente como hoy en cualquier barrio “alternativo” o en
cualquier concierto de post-punk, hardcore, en una batucada o en una rave.
Pero lo cierto es que se multiplicaban estos centros
de artistas bohemios del XIX, como el Münscher Kunstverein, algo así como club
de arte de Munich, pero con 4500 afiliados. Esto sucedía en Munich, una ciudad
poco dado a la bohemia, más bien conservadora.
Para 1860-1870 la música está cambiando. Por cierto,
que es en París en esta época, concretamente en 1860 donde se registra la
primera grabación del mundo, se trata de una canción infantil de pocos segundos,
una verdadera cacofonía espiritista que harían las delicias de los ruidistas
actuales:
La cuestión es que en 1860-1870 los obreros
industriales dejarán de cantar canciones populares y empezarán a bailar en los Music-halls, asimismo también se
multiplicarán las bandas musicales obreras.[5]
Los post-romanticistas se van a diluir en diferentes
escuelas y movimientos : el parnasianismo, el decadentismo, el simbolismo o el
esteticismo. Post-romanticismo será sinónimo de malditos en algunos casos, y de
marginados oscurantistas en otros. Como decía Rimbaud, será “El baile de los
ahorcados”.
Todo esto acabará, como no, en fuego y sangre.
El 18 de marzo de 1871 estallará el movimiento
insurreccional de La comuna de París, la última revolución romántica del s.
XIX.
El pueblo de París se alzó ante el vacío de poder
dejado tras la derrota francesa ante Prusia. Las milicias ciudadanas, la
Guardia nacional de París y el pueblo tomaron la ciudad y establecieron el
socialismo autogestionario de tintes libertarios.
Dos meses después será reprimida brutalmente (más de 30.000
asesinados).
En la Comuna destacó, el ya anciano romántico, Víctor
Hugo junto a su amiga, la anarquista Louise Michel; el pintor realista Coubert,
fue el presidente de los artistas durante la revuelta, pero también estuvo el
pre-impresionista Manet. El poeta Paul Verlaine fue jefe de prensa communard. También estuvo el jovencísimo
Rimbaud, que dedicó varios poemas a la orgía parisina. También el pintor Tissot,
o Félix Pyat, uno de los popes del romanticismo socialista, fundador del
periódico “Le Combat”, el mismo
nombre curiosamente que el diario de Camus y Sartre durante la ocupación nazi.
En esa época además, ya había poetas obreros -poétes ouvriers- que se dedicaban tras
el trabajo en la fábrica a escribir o recitar poesía. Muchos de ellos los compaginaban
con el trabajo político, pues para entonces la Internacional de los
trabajadores comenzaba a ser un hecho. Uno de ellos fue Eugene Pottier,
jornalero de imprenta. Otro de ellos fue Napoleón Gaillard, zapatero y artista,
que llegó a nombrar su barricada durante la comuna, “Castillo Gaillard” y
convirtió así una barricada en una obra de arte.[6]
Y respecto a Rimbaud…parece que Rimbaud fue violado
por los militares durante la represión con tan solo 16 años. Él mismo lo
declama en el poema “Corazón robado”…
Los grandes traidores a la Comuna serán Flaubert o la
George Sand, que criticarán abiertamente la experiencia.
Tras las cenizas de la Comuna y del romanticismo, el
viento las esparcirá en otros movimientos hasta nuestros días donde los nombres
se olviden, pero los gestos y las ideas pervivan en el mar agitado de Turner,
que no es otro que la tierra removida por donde pisamos generaciones y
generaciones anhelantes de esperanza.
Ahora
mismo en la estancia el aire va perdiendo luminosidad y cae gota a gota sobre
el escritorio.
Ahora
mismo, el aire va ganando elasticidad y cae gota a gota sobre la mesa.
Solo
fueron necios, solo fueron poetas. (Pan total,”El Vector
espectro”, 2015)
[1]
ROCHA,SERVANDO. Historia de un incendio.
Arte y revolución en los tiempos salvajes. De la Comuna de París al
advenimiento del punk. Ed. La Felguera. Madrid, 2006.
[2] E.H.
CARR. Los exiliados
románticos.Bakunin,Herzen,Ogarev.Ed. Anagrama.Barcelona,1969.
[3]
HOBSBAWM.J,ERIC. La era de la revolución
(1789-1848). Ed. Critica. Barcelona, 1997.
[4] DELGADO
CORTADA, CONSUELO. La música en el
romanticismo europeo. Universidad de Valencia. Valencia, 1950.
[5]
HOBSBAWM.J,ERIC. La era del capitalismo I y II. (1848-1875) Ed. Guadarrama. Madrid, 1977.
[6]
https://gedar.eus/es/arteka/artearen-eta-kulturaren-lekua-parisko-komunan
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