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viernes, 7 de marzo de 2025

VIOLENCIA, MÚSICA Y POLÍTICA EN EL ROMANTICISMO (1800-1871)

"El naufragio" de Turner (1805)

El movimiento romanticista estuvo integrado por una serie de individualidades heterogéneas. Denunciaban la incipiente sociedad industrial desde una perspectiva intima, es la estética del derrumbe burgués.[1]

Son los precursores de todo lo que vendría después.

Fueron promiscuos, suicidas, ludópatas, alcohólicos…estaban del lado trágico de la vida.

Lo de los/as románticos/as es una exclusión voluntaria, ya que su procedencia social fue en su mayoría burguesa. Esto siempre se les ha reprochado desde la izquierda, haciéndonos creer que eran personajes pusilánimes, tristes y aburridos. Es lo mismo que se pensaría mucho más tarde de gente como Ian Curtis de Joy Division, de los siniestros y after-punks y luego, de los góticos.

En su tiempo fueron clasificados de degenerados, de decadentes, de locos o de atormentados…y sin embargo fue un potente movimiento juvenil que no dudaba en utilizar la violencia , en conspirar o en provocar a una conservadora sociedad, pero…

¿Quiénes eran los y las romanticistas y que querían?¿Qué es lo que preconizaban?¿Por qué sus actitudes se vieron replicadas hasta nuestros días?

Estas cuestiones y otras son las que abordaremos en el presente artículo.

                                                        Antecedentes: bajando entre la niebla

La revolución francesa es un fantasma que recorrerá las venas de los románticos.

Hubo antecedentes, por supuesto, antes de que eclosionara el movimiento.

Más Turner

En 1784 se estrena en Francia “Las bodas de Figaro” de Beaumarchais. La trama denuncia los privilegios de la nobleza, y en la obra los sirvientes se rebelan contra sus amos. Fue un verdadero escándalo y un signo primigenio inequívoco de la revolución francesa. Su autor, Beaumarchais, será encarcelado por ello.

En Viena, Mozart, provocador artista pre-romantico, compone en secreto una nueva versión  que aunque con menos contenido social, fue un gran éxito.

Y es que hubo espíritus adelantados al romanticismo, también hubo violencias y escándalos, revolución francesa aparte. Uno de estos espíritus fue William Blake (1757-1827), fue un verdadero pre-romántico . Rechazaba toda forma de autoridad impuesta, para Blake, el cambio humano debía venir de la abolición de los sistemas opresivos: Iglesia, Estado oligárquico e Imperialismo.

En 1793, en plena época guillotinesca la obra “L‘ami des lois  es prohibida a cañonazos o en 1809, donde durante el estreno de “Cristobal Colón” los granaderos franceses tuvieron que cargar en la sala y llevarse a 300 detenidos.

Pero si hablamos de antecedentes tendríamos que hablar de los alemanes de “Sturm und Drang” (Tempestad y empuje).

A fines del s. XVIII con Goethe, Bach o el mismo Mozart, ya se preconiza la subjetividad individual y se aboga por la libertad de expresión.

A principios del S. XIX ya hay personajes que vienen de la etapa anterior pero que tienen impregnado el perfume romanticista: estoy hablando de Beethoven, Goya o Goethe.

Quisiera aclarar que en el presente texto, y a modo de inciso, voy a centrarme en los romanticismos europeos centrales occidentales; es cierto que se dieron en el sur de Europa, o en el este con la explosión rusa[2], incluso en EEUU podemos encontrar su rastro en los trascendentalistas de Thoreau. Pero me llama la atención sobretodo el francés, por el hecho de que en ese momento, París, es el epicentro de las revoluciones.

El caso británico es paradigmático, pues es más estético: su imagen para mi, es definitoria, me sublima.

En la cuestión alemana aunque hubo romanticismo revolucionarios pronto abogará por el nacionalismo y el conservadurismo como reacción a la revolución jacobina. Sin embargo, hacia la mitad de la década (1840-1850), habrá un grupo de poetas románticos alemanes como Herwegh, Weerth, Freiligrath y en especial Heine, íntimo de Marx.

Recordemos que Alemania se forma como nación en 1871 con Bismarck, mientras que Francia o Inglaterra hace tiempo que eran naciones unificadas. Para 1824 suena rabiosamente la 9ª sinfonía de Beethoven instaurando la pasión romanticista por toda Europa.

                                                             La noche de los monstruos

William Godwin (1756-1836) fue un escritor británico de la ilustración, precursor del anarquismo, que estuvo casado con la escritora y filosofa feminista Mary Wollstonecraft (1759-1797), la cual haría una vindicación de los derechos de la mujer ya en 1792. Este matrimonio tuvo una hija que no es otra que Mary Shelley, la escritora romanticista.

En el verano de 1816 se juntan en la Villa Diodati (Ginebra), exponentes emergentes del romanticismo inglés como Lord Byron, Polidori, Percy Shelley, Mary Shelley y Clara Clairmont, todos muy muy jóvenes.

"Cementerio" de Friedrich (1834)

Una noche deciden conjugar el éter, el opio y el vino mientras se desarrollan lecturas de ficción sobre fantasmas y se recitan versos de los allí congregados. Y deciden hacer un reto: de cada uno de ellos antes de que amanezca ha de salir una obra maestra.

Pasará a la historia de la literatura como la noche de los monstruos, y es que esa noche, por un lado el Dr. Polidori creará “El vampiro”, muchísimo antes de que Bram Stoker escriba “Drácula”. Por otro lado, Mary Shelley escribirá la obra culmen, “Frankestein”. Todo en una noche.

Los destinos de todos ellos serán trágicos y no llegarán a la vejez. Byron morirá peleando por la independencia de Grecia, Percy Shelley fallecerá en un naufragio como si se tratara de un cuadro de Turner. Polidori se suicidará, Mary Shelley morirá a los 53 años tras una vida de desgracias y enfermedades , mientras que Claire será la más longeva del grupo, pero vivirá mil tragedias personales.

Es como si una maldición se hubiera conjurado esa noche. Existen un par de películas  de los 80 al respecto, “Gothic” y la española “Remando al viento”. Heinrich Marschner hizo una ópera romántica en  1828 con el relato de Polidori, “Der vampyr”.

                                                              La batalla de Hernani

En 1830 Víctor Hugo debe estrenar la obra “Hernani” en medio de la explosión romanticista juvenil en controversia con los viejos clasicistas. La cuestión es que “Hernani” se iba a representar en el institucional Teatro francés y no en la sala por excelencia entonces entre los románticos, el Teatro de la Porte de Saint-Martin.

La batalla de Hernani

En el Teatro francés solían representar los neoclásicos ya en decadencia ante cada vez menos público. Lo moderno, el romanticismo, daba más ganancias que lo clásico. Pero las obras románticas se recitaban en verso, ya sabéis, poesía y sentimiento: una herejía para los viejos neoclásicos que venían de la Ilustración.

El estreno prometía ser muy polémico, así que Víctor Hugo reclutó a un verdadero ejército de romanticistas. Incluso Hugo publicó un discurso previo donde decía que “La batalla que se va a entablar con Hernani es la de las ideas, la del progreso. Vamos a combatir esta vieja literatura almenada. Este asedio es la lucha del mundo antiguo contra el nuevo mundo: nosotros somos todos del mundo nuevo.”

Los partidarios de Víctor Hugo, todos con los pelos largos, trajes extravagantes y todos con chaleco rojo, fueron 13 horas antes del comienzo, ocupando la entrada, siendo increpados por los transeúntes al ver esa maraña desaliñada. Después entran adentro, aún con la sala a medio oscuras, metiendo comida y priva en sus largos chaquetones, colapsando los baños.

El estreno fue un éxito y se representó varios días seguidos, donde los clasicistas y los románticos se daban de ostias cada noche, pero es que el enfrentamiento duró durante aproximadamente 45 representaciones!

Tened en cuenta que había unas 150 interrupciones por gritos, alborotos o guantazos cada noche. Hubo incluso un romántico que fue asesinado por clasicistas por defender el drama, nunca mejor dicho. Aquello se llamó “La batalla de Hernani” y no, no tiene nada que ver con Euskadi en los 90.

Larra, romántico español, lo definí así: “La gran disputa entre clasicismo y romanticismo no es otra cosa que el resultado del desasosiego mortal que fatiga el mundo antiguo”.

Y ojo, porque muchos de esos viejos clasicistas habían sido los jóvenes que seguían a Danton y a Robespierre y habían sembrado de sangre París. Además, hemos de tener en cuenta que la gente ante el espectáculo del teatro o la ópera, lloraba, saltaba de su asiento o se tiraba de los pelos ante tamaño volumen de sonido. Tal era la pasión de los espectáculos, pues no había reproductores caseros de sonido ni tampoco existía la radio.

Muchos de estos jóvenes románticos tomarían París poco después en la insurrección de 1830, fusil en mano, y que inmortalizó Delacroix en “La libertad guiando al pueblo”.

En esos tiempos, también el compositor Berlioz se las tuvo que ver con la polémica entre abucheos de unos y de otros, porque en la música propiamente dicha también hubo guerra.

                                              La revolución de la pasión y el sentimiento

Lo cierto es que el romanticismo fue en muchos casos un arte comprometido, y sí, el rococó, los palacios y los coleccionistas se habían marchitado. Se hacía el “arte por el arte”.

Las óperas comenzaron a considerarse manifiestos políticos y armas revolucionarias, muchas veces usadas por el primitivo nacionalismo.

Los artistas románticos combatían el término medio, y se encuentran en la extrema izquierda como el poeta Shelley o Víctor Hugo, o bien en la extrema derecha como Chateaubriand o Novalis, aunque también están los que van a caballo entre una cosa y otra como Coleridge.

Eso sí, a todos les encantaba la acumulación de dinero, la aspiración al más. Pero una vez que la burguesía triunfó en la revolución francesa primero, y luego en la industrial, el romanticismo se convirtió en su enemigo instintivo.[3]

Ante todo había una reacción juvenil, mucho antes del baby-boom norteamericano de los 50, que originarían las tribus urbanas juveniles. Los románticos rondaban los 20 años, había un latente “matar al padre”, una revuelta de jóvenes contra viejos…por lo que convertirse en viejo para un romanticista debió ser algo incómodo. Por eso quizás, encumbraron el suicidio, el dejar un bonito cadáver, más de un siglo antes que Sid Vicious o Jim Morrison. En todo caso, aquí es donde nace la bohemia, el intelectual incomprendido que se sirve de drogas y alcohol en una pequeña buhardilla de una gran ciudad. También es el primer periodo en la historia contemporánea donde algunas mujeres aparecen para ejercer su derecho a la creación artística. Mujeres como Concepción Arenal, Emily Bronte, Ann Radcliffe, o Fanny Mandhelson.

George Sand, seudónimoi de Aurore Lucille Dupin fue una de sus grandes exponentes. Vestía como un hombre, lo que daba lugar a escándalos, y usaba el permiso francés de travestismo, sí, así tal cual. Éste, se otorgaba con permiso del marido, y daba el derecho de vestir como un hombre. Sand entabló amistad con Víctor Hugo o con el socialista utópico de Saint-simón, embrión del marxismo europeo. Si bien, Sand no se llevó bien con el misógino Proudhon, si lo hizo con Bakunin.

Precisamente, respecto a los socialistas utópicos, los jóvenes saint-simonianos o los furieristas podrían considerarse románticos. Ellos hablan de la alienación humana, término que repescaría Marx.

Byron también defendió a los ludditas ante la cámara de los lords, cuando estos iban a ser condenados. Barbier era directamente un poeta luddita que cantaba contra el maquinismo sobre 1830.

Delacroix tuneado

Y por debajo de todo, pero también por encima estaban las sociedades secretas, como los socialistas de Blanqui o los conspiradores carbonarios que acogen a romanticistas radicales como Leconte de Lisle.

Todos y todas están preparando el segundo asalto revolucionario, el definitivo, la llamada Primavera de los pueblos, que mezclará movimiento obrero con nacionalistas, en las insurrecciones de 1848.

                 La primavera de los pueblos

La revolución de 1848 ha pasado a la historia por sus nacionalismos, y sin embargo, se deja de lado la cuestión internacionalista. Y es que muchos exiliados por motivos políticos creaban lazos con otros exiliados en ciudades como París, siendo de distintas nacionalidades. Por supuesto, ya estaban presentes los socialistas o los proudhonianos. Bakunin tomará parte activa en la revolución de Dresde de 1849 y en 1848, Marx y Engels publicarán el Manifiesto Comunista.

En todo caso, el romanticismo se prestaba a una rebeldía tipo izquierdista, excepto cuando servía simplemente de válvula de escape de la sociedad burguesa y la clase media… vaya, como el punk o las raves…para ellos, el pueblo era el tesoro espiritual de la nación, por muy conservador que fuera, como hoy mismo cuando todas las ideologías evocan al pueblo. Ese ser inerte, pero espiritual.

Del pueblo nace el folk, el volk, acuñado en 1846. Recopilar canciones populares antiguas, es decir, el folk, era también algo romanticista, pues les acercaba al pasado idílico, cuando no, a los poetas épicos de un endiosado y misterioso mundo medieval.

Espoleados por la moda romanticista aparece el vals, la mazurca o el schuttiste, basados en danzas populares. El vals en sus inicios estaba mal visto, pues la sociedad más reaccionaria lo tildaba de “violación coreografiada”.

La canción popular por su parte, dejará de hablar de arados y cosechas, pues millones de campesinos emigraban a las ciudades fabriles, después de 1840. En esos años, en los bares y tabernas de las ciudades se ofrecerá música en directo, pero saltará a los Music-halls y salas de bailes, precedentes absolutos de discotecas y clubs.

Y es que esta es la época donde se sustituye en cierta manera la religión por la cultura: el arte se convierte en un símbolo de estatus; los teatros y óperas se convierten en catedrales, y los turistas, de momento solo burgueses, llenan el Louvre y el British Museum.

                       La guerra de los románticos

La guerra de los románticos se denomina a una controversia de tipo musical entre compositores alemanes. Es la menos guerra de todas sus controversias.

Para 1850 empieza un debate intenso entre los músicos centroeuropeos.


Por un lado, están los que defienden la estructura musical y la música programática, son los conservadores con Brahms y Clara Schubert a la cabeza y con sede en Leipzig, será la llamada entonces música clásica.

Por otro lado, estarán los progresistas radicales que abogarán por la música absoluta con Liszt  y sus poemas sinfónicos a la cabeza y con Wagner en la sombra, su sede estará en Weimar. Será la llamada música moderna y creerá en el añadido de imágenes y decorados a las representaciones.[4]

Hará correr ríos de tinta pues ambas facciones tendrán periódicos de uno u otro signo. Habrá gritos y abucheos entre unos y otros, pero de ahí no pasará, y todo se diluirá a finales de la década.

Será una guerra que nadie recordará, igual que la Batalla de Hernani o la noche de los monstruos.

                                                              Post-romanticismo

El “Arte por el arte” de los románticos se hizo minoritario y es que, tras el fracaso de la revolución de 1848, los románticos comenzarán su decadencia, dando paso al realismo.

Pero la historia no es una secuencia, no es una cuestión rupturista al 100%, no se pasa de una cosa a otra así como así, sino que es gradual, y contiene ecos.

El realismo post-romantico dio obras sociales como las de Coubert o novelas como las de Zola, con alto contenido social. De hecho, una de las obras cumbre del romanticismo social se publicará en 1862, “Los miserables” de Víctor Hugo.

Pervivirán espíritus románticos como Rimbaud, que decidirá romper los lazos entre la vida y el arte. Además, llegará la reproducción técnica, la fotografía, de la que Baudelaire decía que se había confundido la industria con el arte, tal y como hoy afirmamos que ha muerto el cine con la invasión de los móviles y las plataformas de TV.

Coubert, republicano y socialista, no consiguió crear una base para el arte políticamente revolucionario para la mitad del s. XIX.

Lo que sí se darán por primera vez son barrios donde se confundirán bohemios y outsiders, como el en el barrio latino de París, hoy epicentro de la turistificación. Estos barrios se convierten a finales del XIX en los centros de la vanguardia, y jóvenes provincianos, como Rimbaud, leían revistillas o poesía heterodoxa, los primeros fanzines.

Surgió así una culturilla que hoy llamaríamos underground o contracultura. Allí había un mercado artístico de cierta envergadura, pero no dotaba a la vanguardia post-romanticista de un medio de vida.

Unos 150 años después, esto sigue pasando.

En esos barrios, se juntaban también los comunistas de Marx con los bakuninistas. Éstos últimos identificaban mucho esta contracultura con la revolución y sin embargo, la bohemia no tenía ninguna política específica. Exactamente como hoy en cualquier barrio “alternativo” o en cualquier concierto de post-punk, hardcore, en una batucada o en una rave.

Pero lo cierto es que se multiplicaban estos centros de artistas bohemios del XIX, como el Münscher Kunstverein, algo así como club de arte de Munich, pero con 4500 afiliados. Esto sucedía en Munich, una ciudad poco dado a la bohemia, más bien conservadora.

Para 1860-1870 la música está cambiando. Por cierto, que es en París en esta época, concretamente en 1860 donde se registra la primera grabación del mundo, se trata de una canción infantil de pocos segundos, una verdadera cacofonía espiritista que harían las delicias de los ruidistas actuales:

La cuestión es que en 1860-1870 los obreros industriales dejarán de cantar canciones populares y empezarán a bailar en los Music-halls, asimismo también se multiplicarán las bandas musicales obreras.[5]

Los post-romanticistas se van a diluir en diferentes escuelas y movimientos : el parnasianismo, el decadentismo, el simbolismo o el esteticismo. Post-romanticismo será sinónimo de malditos en algunos casos, y de marginados oscurantistas en otros. Como decía Rimbaud, será “El baile de los ahorcados”.

Todo esto acabará, como no, en fuego y sangre.

El 18 de marzo de 1871 estallará el movimiento insurreccional de La comuna de París, la última revolución romántica del s. XIX. 

El pueblo de París se alzó ante el vacío de poder dejado tras la derrota francesa ante Prusia. Las milicias ciudadanas, la Guardia nacional de París y el pueblo tomaron la ciudad y establecieron el socialismo autogestionario de tintes libertarios.

Dos meses después será reprimida brutalmente (más de 30.000 asesinados).

En la Comuna destacó, el ya anciano romántico, Víctor Hugo junto a su amiga, la anarquista Louise Michel; el pintor realista Coubert, fue el presidente de los artistas durante la revuelta, pero también estuvo el pre-impresionista Manet. El poeta Paul Verlaine fue jefe de prensa communard. También estuvo el jovencísimo Rimbaud, que dedicó varios poemas a la orgía parisina. También el pintor Tissot, o Félix Pyat, uno de los popes del romanticismo socialista, fundador del periódico “Le Combat”, el mismo nombre curiosamente que el diario de Camus y Sartre durante la ocupación nazi.

En esa época además, ya había poetas obreros -poétes ouvriers- que se dedicaban tras el trabajo en la fábrica a escribir o recitar poesía. Muchos de ellos los compaginaban con el trabajo político, pues para entonces la Internacional de los trabajadores comenzaba a ser un hecho. Uno de ellos fue Eugene Pottier, jornalero de imprenta. Otro de ellos fue Napoleón Gaillard, zapatero y artista, que llegó a nombrar su barricada durante la comuna, “Castillo Gaillard” y convirtió así una barricada en una obra de arte.[6]   


Y respecto a Rimbaud…parece que Rimbaud fue violado por los militares durante la represión con tan solo 16 años. Él mismo lo declama en el poema “Corazón robado”…

Los grandes traidores a la Comuna serán Flaubert o la George Sand, que criticarán abiertamente la experiencia.

Tras las cenizas de la Comuna y del romanticismo, el viento las esparcirá en otros movimientos hasta nuestros días donde los nombres se olviden, pero los gestos y las ideas pervivan en el mar agitado de Turner, que no es otro que la tierra removida por donde pisamos generaciones y generaciones anhelantes de esperanza.

Ahora mismo en la estancia el aire va perdiendo luminosidad y cae gota a gota sobre el escritorio.

Ahora mismo, el aire va ganando elasticidad y cae gota a gota sobre la mesa.

Solo fueron necios, solo fueron poetas. (Pan total,”El Vector espectro”, 2015)



[1] ROCHA,SERVANDO. Historia de un incendio. Arte y revolución en los tiempos salvajes. De la Comuna de París al advenimiento del punk. Ed. La Felguera. Madrid, 2006.

[2] E.H. CARR. Los exiliados románticos.Bakunin,Herzen,Ogarev.Ed. Anagrama.Barcelona,1969.

[3] HOBSBAWM.J,ERIC. La era de la revolución (1789-1848). Ed. Critica. Barcelona, 1997.

[4] DELGADO CORTADA, CONSUELO. La música en el romanticismo europeo. Universidad de Valencia. Valencia, 1950.

[5] HOBSBAWM.J,ERIC. La era del capitalismo I y II. (1848-1875) Ed. Guadarrama. Madrid, 1977.

[6] https://gedar.eus/es/arteka/artearen-eta-kulturaren-lekua-parisko-komunan

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