Se levantó inquieta con un desasosiego descomunal. Su amante había desaparecido sin dejar rastro.
No había sido en ese preciso instante, pues hacía tiempo que se había esfumado. Sin embargo, de repente el nerviosismo se apoderó de ella. Latidos espantosos embadurnaban su alma...y lo buscó por toda la ciudad, por todos los bares, tras las esquinas , en los parques, en los museos, en el metro, en las grandes avenidas, en los afters y hasta en el mercado de las flores.
La carcasa de su cuerpo emitía alaridos de socorro.
No lo encontró jamás y su nervio alterado se tornaba locura. Su voz de alarma estallaba en los edificios y nadie parecía encontrar una solución.
Volvió a pasar por los mismos lugares, tras las mismas esquinas, bucenado por otros antros. Llamaba sin parar a un teléfono inexistente.
No era la primera vez que le pasaba , pero no era ella de esa clase de personas que pierden a la gente como quien pierde un llavero.
En su agónica busqueda, llegó a pensar que tal vez sufría un trastorno del tipo "Mr. Hyde" y que no recordaba haber matado, descuartizado y enterrado a su amante y a todos los demás que nunca volvieron: amigos, vecinos, conocidos...extras de un reparto desquiciado.
Finalmente en uno de los arrebatos de ausencia, tras el teléfono sonó una voz lejana, como si contestara desde el inframundo,y respondió.
Contestó la voz del amante entrecortada una sola frase:
-"Aquí estamos mirando al cielo".-Y ya no hubieron más palabras...
A las 10 su corazón dejó de latir.
Y a las 11 empezó a latir en otra frecuencia.
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