La verdad es que a mi me llamó la atención aquello pues ya sabía de las andanzas de los milicianos y demás historia oculta gracias a mi curiosidad por el tema...y es que a pesar de ser unos críos tampoco eramos tan tontos y el que más y la que menos sentía ideas y espíritu tal y como describe la visceralidad propia de esa edad que es capaz de cambiar vidas y rumbos.
Pero lo que he ido descubriendo con los años no ha hecho màs que acercarme a su historia, plagada de ideales y traición. Es casi como si su rastro hubiera dejado huella en el cemento, en las aceras y soportales y hubiéramos sentido su aliento y sudor en el curso de muchas de nuestras vidas. Como si los ladrillos retuvieran esa especie de conciencia colectiva contagiosa que pugna por salir.
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Y así su historia ha ido entrelazándose con la mia durante años hasta que no he tenido más remedio que ir leyendo los pocos libros que sobre ello empiezan a emerger en las faldas de lo hasta ahora desconocido.
¿Cuantas veces me ha embargado un extraño sentimiento al pasar por las torres de Quart sin saber que en su interior muchos de ellos fueron encarcelados por las siniestras sombras estalinistas?
¿Cuantas veces he sentido el viento extraño al cruzar la plaza de Tetúan sin conocer la traición allí acontecida contra estos hombres y mujeres henchidos de orgullo fraternal?
Años más tarde, por poner otro ejemplo, fundamos un Ateneo en Barcelona desconociendo por completo que en el edificio de atrás había habido una "Cheka" estalinista donde pasó penalidades su Comandante, el íntegro libertario José Pellicer al que todavía, en mi opinión, no se le ha hecho la justicia que merece.
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Cuànto dolor envuelto en pañuelos de olvido sobre esta columna. Cuànto silencio y cuántas calumnias vertidas sobre esta gente. Y cuánta miseria dá la guerra y la dictadura ,que ha hecho del viento de la amnesia su única música.
Muchos de ellos murieron fusilados en Paterna, población donde tomé conciencia del ser, aunque no de manera completa, pues esto requiere tiempo y fundamento que esta sociedad se ha empeñado en empañar.
Cuando vuelvo a la ciudad, todavía paso por la plaza Olof Palme (en contínua caída de hojas marchitas) esperando, ingenuamente, volverme a encontrar a aquel viejo al que me gustaría hacerle mil y una preguntas. Sobretodo aquella que trata sobre el Continuum histórico y las influencias no-natas de la raza humana.
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